Escriben los lectores
«SOPA» ( El perro del pueblo)
Me sonríe la mañana y me entristece la ausencia, ¡Falta algo!, llora el árbol el rocío de la noche, busco en vano la figura inconfundible de su cuerpo, las características manchas multiformes del pelaje, la oscilante movida insistente de su pequeña cola, el lambido de su lengua, como si yo, fuera su amo, los saltos y giros en cabriolas alocadas de alegría.
Lo llamo. "Sopa", "Lepo", "Cariño", "Coberto", "Amor" "Firulai", "Manchita", "Pinta", "Teto", "Picho", "Cuchulo". Lo llamo y no viene. Lo llamo. No lo veo. No está. ¿No estará comiendo un hueso que le dió Graciela? ¿No estará durmiendo en la cucha de lo Mirian? ¿No estará esperando en la puerta del Vasquito? ¿No estará acompañando alguna chica que camina?
¡No está! Tampoco está echado con permiso, rodeado de perfumes o en el kiosco de la Negra. ¡No está, se fue! Se fue cansado de ser un callejero, De no querer tener dueño, de ser libre como el viento. Y lo dejó al "Negro desgarbado", su leal amigo, Al "Epi" , arrastrando su cruel y crónica epilepsia. Los dejó a todos. A su pueblo. Nos dejó a nosotros.
Quedará como un perro, en un rincón del recuerdo, y volverá cuando alguien pregunte ¿Te acordás de…? Aquel perro vagabundo, aquel a quien todos querían. Aquel que con su triste mirada daba cariño y alegría. ¿No te vas a acordar? Era un perro popular. Era famoso. Era un rayo de sol, que fue cuando lo cubrió una nube, Era el Sopa, el Pinta, un perro callejero, que un día tuve.
Jorge Blanes. |
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